2.13.2008

En el centenario del nacimiento de Ernest Hemingway
PASIÓN POR LA PESCA
Fue uno de sus deportes favoritos y un tema recurrente en su obra literaria


Publicado en Cuadernos del Sur, suplemento cultural de Diario Córdoba, año XIII, no. 596, el jueves 15 de julio de 1999. Edición especial dedicada al I centenario del nacimiento de Ernest Hemingway.


A los 21 años de edad Ernest Hemingway se refería a los ictiólogos como “esa gente misteriosa que cataloga los peces que pescamos”. Bajo los auspicios de su padre, el escritor había estado en contacto desde la más temprana infancia con el deporte de la pesca, de cuyos eventos obtuvo material para una buena parte de sus mejores trabajos de prensa y para los más relevantes de sus creaciones literarias.

La biografía de Hemingway como aficionado a la pesca recreativa está claramente diferenciada en dos períodos: uno exclusivamente fluvial, desarrollado en el norte de Michigan y en ríos y arroyos de varios países de Europa, y otro predominantemente marítimo, que comienza en Key West en 1928 para extenderse posteriormente a Cuba (1932) y Bahamas (1935), con ocasionales aventuras en la costa africana del Océano Índico (1934 y 1954) y en el litoral del Océano Pacífico, a la altura de Cabo Blanco, Perú (1956).

Dos grupos de especies de peces caracterizan cada uno de estos períodos. En la etapa fluvial tratará de modo casi exclusivo acerca de la trucha y durante la marítima lo hará aun más persistentemente en torno a las agujas. Las truchas son peces pertenecientes a la familia Salmonidae. En Walloon Lake, en Horton Bay, en el río Black o en el Fox, los escenarios de sus pesquerías juveniles en Michigan, dentro de la región de los Grandes Lagos, Hemingway encontraba principalmente dos especies: la trucha arco iris o rainbow trout y la trucha brook. Acerca de la primera, señalaba que su pesca es “un deporte rudo y deprimente”, que podía ofrecer ejemplares de 14 libras y algunos que necesitaban un par de horas para sacarlos del agua. Esta experiencia le serviría para estructurar su más famoso cuento, El gran río de los dos corazones, escrito en 1923.


Anécdotas

El 6 de mayo de 1917, Ernest le escribe desde Walloon Lake a su abuelo Anson T. Hemingway: “la otra noche capturé tres truchas arco iris (raimbow trout) que pesaron seis libras, cinco y media y tres y media libras, respectivamente. También una trucha brook de dos libras en Horton Bay. Esta es la mayor captura (de esa especie) que ha sido hecha allí”. La anécdota de la captura nocturna de las tres truchas aparece como una reminiscencia en Las verdes colinas de Africa.


En Europa

En la primavera de 1922 Hemingway comienza la exploración de los acuatorios europeos. En el mes de mayo de ese año ha capturado varias truchas en el Canal del Ródano; se trata de una especie nueva para él, denominada brown trout (Salmo truta) , una de las truchas más dificiles de capturar por cualquier método, por lo que él mismo llega a convencerse de que este pez es bastante arisco “a causa de haber sido pescado durante cerca de dos mil años”. En una crónica que publica el 10 de junio de 1922 en el Daily Star de Toronto asegura que “al pescador no le valen excusas si se le escapa (el pez) una vez que ha mordido el anzuelo”. Comenzaba ya a mostrar el carácter competitivo que sería uno de sus rasgos personales.

Además del Ródano, en Suiza, Hemingway fue a pescar la trucha europea en la Selva Negra alemana, en Cortina de Ampezzo (italia) y, por supuesto, en España. De este último país, aseguró en un despacho de prensa de 1923 que tal vez era el mejor de todos para la pesca de esta especie, en particular en Galicia. Es curioso que el escritor hiciera esta afirmación cuatro años antes de pescar por primera vez en el río Tambre, en esa región.


Carta inédita

Respecto a lo anterior, el profesor Edward F. Staton, de la Universidad de Kentucky, tuvo la amabilidad de transcribir para nosotros una carta inédita de Hemingway, fechada el 29 de agosto de 1928 en Santiago de Compostela:
“Nos vamos de aquí el jueves –gran pesca la de ayer-, sólo pescamos cuatro pero todos grandes –dos bastardos enormes y nos divertimos mucho-. Estas truchas, habiendo sido convertidas al Cristianismo por el Apóstol Santiago, saben unas cuantas cosas. Son perseguidas por dinamiteros, por pescadores con redes, cesteros con picas y arpones … y (para) pescarlas a mosca hay que engañarlas”.

Entonces, todo parece indicar que las primeras pesquerías en españa fueron las realizadas en el río Irati, en la provincia de Navarra, donde Hemingway asistió en 1924 a la famosa fiesta del toreo de San Fermín, en Pamplona. Después de los sanfermines, el escritor estuvo una semana en la villa de Burguete y quedó tan impresionado por la pesca en los cauces de los Pirineos que encareció a su compinche Howell Jenkins que lo acompañara al siguiente verano “aquello está lleno de peces” … “grandes truchas …”, “Hadley capturó seis en menos de una hora …”, “aquello es tan bueno como lo mejor de los mejores días que pasamos en Black y en el Sturgeon”. Al año siguiente sufriría el desencanto de ver desvastados sus territorios de pesca en la cuenca del Irati.

Descripciones

Douglas E. LaPrade, autor del libro La censura de Hemingway en España (Ediciones Universitaria de Salamanca, 1991), recorrió la región española descrita por Hemingway en la novela Fiesta y comprobó que la descripción de la pesca en el Irati se corresponde de manera exacta con esa zona de los Pirineos. En el artículo "Fisching for Hemingway", que LaPrade rubricó para la revista Lockout en octubre de 1991, se revela la coincidencia entre la obra de ficción y los hechos reales que nutrieron la parte de ella que nos ocupa: la habitación número ocho del hostal de Burguete, el pueblo mismo, los paisajes del camino hacia el río y hasta la fuente donde los personajes Jack y Bill pusieron a enfriar sus botellas de vino para el almuerzo, existen tal y como Hemingway los describe.

Después de que Hemingway abandona su residencia en Europa para radicarse en Key West, el público pierde la pista de su dedicación a la pesca fluvial. El abandono de esta modalidad no sería absoluto, aunque en gran medida fuera desbordada por la pesca marítima que desde 1928 el novelista praticaba durante buena parte del año y acerca de la cual escribiera en adelante más y más páginas. Es probable, sin embargo, que las temporadas pasadas en algunos ranchos del oeste de Estados Unidos fueran en general más productivas respecto a la caza que a la pesca.

Por puro instinto, tal vez de manera inconsciente, Hemingway llegó a establecer una equivalencia entre la pesca de truchas y la aspiración de una vida pacífica. Este contraste se halla en el cuento "El gran río de los dos corazones" y, como referencia muy directa, en la novela Por quién doblan las campanas: Andrés, uno de los integrantes de la guerrilla de Pablo, medita en cuántas cosas podría hacer en el escenario de la guerra si no la hubiera, como cazar, buscar cangrejos y pescar truchas. De manera similar pueden hallarse menciones a la pesca de truchas como oposición a circunstancias bélicas o personales aflictivas en Adiós a las armas; Al otro lado del río y entre los árboles, Islas en la corriente y en el cuento "Ahora me acuesto" ("Now I lay me").

En su juventud

Es de suponer que el pescador Ernest Hemingway no sólo se interesara por la captura de truchas en su juventud. Su hermana mayor, Marcelline, relató que aquél había intentado, alrededor de los ocho años de edad, acompañar a su padre y a un tío en una pesquería de lucios y de sollos en Brevrost lake, en la Upper Peninsula de Michigan, pero no fue aceptado por la partida.

Otra especie fluvial mencionada eventualmente en los relatos y crónicas de este autor es el bass (Micropterus salmoides). Este centráquido aparece en uno de sus primeros cuentos, "Indian camp" y luego en un artículo titulado "Cuban fishing": “usted podría hacer buena pesca de lobina boquigrande (largemouth bass) en los alrededores de Matanzas …”, escribe, y menciona ejemplares de tres a ocho libras de peso. Según el experto cubano Manuel Bell Gorgas, Blakamán, a quien entrevistamos en varias ocasiones desde 1988, durante los años ’50 Hemingway pescaba el boquigrande en la Laguna del Tesoro, provincia de Matanzas, en compañía de un empresario local nombrado Thorwal Sánchez.

En Paris era una fiesta, por último, podemos hallar una detallada descripción de la pesca de un pez del río Sena, el goujon o gobio, del cual Hemingway declaraba ser capaz de comerse sartenes enteras, pero que no pescaba por carecer de avíos y porque prefería ahorrar para irse a pescar a España.

La pesca en el mar

Apenas llegado a Key West, en la primavera de 1928, Hemingway toma contacto con la pesca marítima. La primera carta desde la cayería de la Florida, dirigida al editor Maxwell Perkins, está fechada el 21 de abril de ese año e informa que ha capturado ya sábalos, barracudas, jureles, pargos colorados y otras especies. Unas semanas más tarde también pesca la sierra (kingfish), de la cual logra ejemplares de más de 40 libras en más de una ocasión, y luego se asocia con algunos amigos para realizar la excursión inaugural a Dry Tortuga, en cuyas áreas captura su primera aguja de abanico.

Unos años después, en los días de 1934 durante los cuales estrenó el yate Pilar, Hemingway cogió una aguja de abanico de 119 libras que hubiera merecido el récord para el Atlántico si la captura no hubiera sido iniciada por otro pescador, que no pudo completar la lidia con el pez. En Cuba, esta especie aparece en la relación de capturas del escritor desde su primer viaje a la isla en 1932, mientras fue el principal trofeo logrado por la partida de Hemingway en el Océano Indico, en la pesquería con la cual celebraron el final del safari de 1933-34.


Una cronica

El profesor Harley D. Oberhelman, de la Texas Tech University, fue muy gentil al enviarnos la crónica "Sailfish off Mombasa", en la cual Hemingway informaba a los lectores del Star de tToronto “capturamos sierras, jureles muy grandes que se parecían a nuestras jiguaguas (jack crevalle; Caranx hippos), pero grises y con manchas púrpuras, un pez grande y rojo parecido al pargo, que se veía más bien como un pez cerdo (hog fish), dos clases de meros (groupers) y Alfred Vanderbilt capturó una aguja de abanico que pesó noventa y siete libras …”.

Fuera del mencionado inventario, lo más interesante de las pesquerías en África fueron los dorados (dolphin; Coryphaena hippurus), que se mostraron particularmente abundantes y activos tras las carnadas. La especie es frecuente también en aguas cubanas y Hemingway la menciona en el capítulo Cuban fishing, “hay excelente pesca de dorados cuando la Corriente del Golfo corre fuertemente. El gran dorado macho es un fuerte y bello pez. Las hembras son bellas, pero no tan fuertes”.

Los peces de pico se convirtieron en la obseción de Ernest Hemingway desde una conversación que tuvo en 1928 en Dry Tortuga con el patrón de pesca cubano Carlos Gutierrez; “el me contó cómo los cubanos pescan la aguja, describió los diferentes peces y el tiempo de su corrida, y dijo que estaba seguro de que nosotros podríamos capturarlos al trolling, dado que el pez come en las profundidades temprano en la mañana y sube a la superficie cuando sopla el alisio”.

La relación de la fuerza de la corriente, los vientos y otras variables meteorologicas con la disposición de los peces a tomar la carnada, fueron fundamentados por hemingway en el capítulo Marlin off Cuba, que aportó en 1935 al libro American big game fishing. Lo más importante de su contribución se refiere, por supuesto, a las agujas, a cuya pesca había dedicado hasta entonces un total de 280 días, con un saldo de 101 peces de pico cobrados en cuatro temporadas.

A este grupo de peces, científicamente denominado familia Istophoridae, pertenece también la aguja blanca (white marlin, Tetrapturus albidus), que al parecer no fue hallada por Hemingway en ninguna otra de sus áreas de pesca marítima, salvo en Cuba. El 20 de mayo de 1933 el novelista embarcó un total de siete peces de esta especie en un solo día; la mayor aguja blanca de ese año pesó 87 libras, una talla que puede considerarse apreciable. Ejemplares de esta especie que sobrepasen las 100 libras han tenido que considerarse extraordinarios en todos los tiempos; en realidad apenas tenemos noticias de dos o tres ejemplares que hayan pasado de ese peso en aguas cubanas. Uno fue la pieza mayor del torneo Hemingway de 1950, cuyo premio le fue entregado a Mary Welsh, la esposa del novelista.

El gran trofeo para hemingway fue sin duda el castero azul del Atlántico o aguja de casta (blue marlin; Makaira nigricans). Fue este justamente el que vino a buscar cuando cruzó el Estrecho de la Florida en el yate de su amigo Joe Russell, el dueño del bar Sloppy Joes en Key West. Habían proyectado una excursión de pesca de dos semanas en abril de 1932 que luego se convirtió en una estancia de mes y medio y en el comienzo de una relación con Cuba que se extendió a casi tres décadas.

Los casteros

Felipe Poey y Aloy, considerado el padre de la ictiología cubana, escribió a mediados del siglo xix que los pescadores del país distinguían dos especies de casteros: “una de ellas la designan con la denominación de vareteada, porque tiene el cuerpo atravesado por unas barras de un azul pálido; la otra es toda negra o azul oscuro”. En su obra Sinopsis picium cubensis, el sabio naturalista señalaba asimismo que los casteros de menor talla son ordinariamente machos y los que alcanzan 600 o más libras son hembras por lo general, igualmente precisaba que la aguja de casta vareteada es más trabajadora, es decir, que opone más resistencia a la captura, pero la negra es casi siempre mucho más grande, pues llega a alcanzar de 1000 a 1500 libras.

Hemingway, en Marlin off Cuba, señala que el castero negro es un pez estúpido que “carece de la velocidad o el vigor de un castero rayado” (es decir, vareteado) y cree también que el “castero negro es el viejo pez hembra pasada su juventud”. Las coincidencias con Poey serían fáciles de entender si el escritor norteamericano hubiera tenido acceso a las obras del ictiólogo cubano, lo cual es improbable. Más cercano a la realidad parece ser el hecho de que hemingway en verdad acumuló una vasta información en sus contactos con los pescadores del litoral noroccidental cubano y a partir de sus propias experiencias.


Récord nacional

En 1933 hemingway capturó un castero de 468 libras que mantuvo durante un lustro la categoría de récord nacional cubano. A buscar esta especie se dedicó durante 32 días en 1956 en el Océano Pacifico, en el trascurso de la filmación de la película El Viejo y el mar en Cabo Blanco, Perú. Allí el escritor cobró tres grandes ejemplares; uno de ellos de 910 libras de peso, que parece haber sido un récord personal. El mayor castero capturado por él en Bahamas pesó 542 libras, pero en ese archipiélago, su éxito más relevante fue la pesca del atún, según lo relata S. Kip Farrington en el libro Atlantic game fishing: “solamente tres o cuatro atunes han sido cobrados con línea de 39 hilos en Bimini; uno fue un pez extraordinario que midió once pies y medio de longitud, pesando sin embargo sólo 509 libras. Este bruto fue capturado por Ernest Hemingway, un espléndido y poderoso pescador, y tomó más de seis horas lograr embarcarlo. Este es el último atún, que yo sepa, que ha medido más de diez pies de largo y mi opinión es que si hubiera sido capturado en Nueva Escocia, fácilmente habría sobrepasado las mil libras".

Farrington decía que Hemingway "casualmente fue el primero en capturar un atún no mutilado en Bimini, lo cual es considerado una de las hazañas sobresalientes en los anales de la pesca en las costas del Atlántico. Antes de eso, numerosos pescadores y capitanes de embarcaciones estaban convencidos de que el atún nunca sería capturado en estas aguas. Al embarcar uno de 310 libras en mayo de 1935 (el tercer año en que el atún ha sido pescado) hemingway demostró que podía lograrse. Pocos días después consiguió pescar otro de 381 libras”.

Cierto número de otras especies de peces marítimos son mencionados por Hemingway en sus escritos. El peto, por ejemplo, que tenía el primer lugar en sus preferencias, aparece en una escena de la tercera parte de islas en el golfo. También se refiere, en Cuban fishing, al pargo criollo, mencionado por su nombre en español y descrito como “un espléndido pez deportivo y alimenticio”. Albacoras, bonitos, sábalos, robalos, meros, barracudas e incluso atunes, son documentados por él en las aguas cubanas.


Pesca deportiva

Cuando todo acerca de la pesca parecía dicho y listo para ser entendido, a Hemingway se le ocurrió colocar un personaje en una playa del sur de Francia, con una rústica caña en las manos para pescar unos peces hasta entonces no nombrados, con una lombriz de arena como carnada. La pesca de una bobina de mar (sea bass) de más de 15 libras en la escena de la cual arranca la novela El jardín del Edén.

Ernest Miller Hemingway consideraba exagerado emplear el vocablo pelea en el lenguaje de la pesca deportivo. Pedía que no fuera tomado en serio si lo usaba alguna vez, pues “los únicos peces que una vez capturados atacan a sus captores viciosa y premeditadamente son el tiburón dientuso, la morena y el caballerote”.

Finalmente, acabó por ser un colaborador de “esa gente misteriosa que cataloga los peces”, cuando en 1934 llevó a bordo del yate Pilar a dos ictiólogos para que estudiaran las agujas en las aguas de Cuba. Para homenajearlo, éstos dieron su nombre a una especie de pez, el Neomerinthe hemingwayii.

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