1996
no fue un buen año, aunque hubo otros peores. En muchos sitios pueden haber
sido buenos, naturalmente, pero no en el barrio donde se vive. No al menos acerca
de lo que uno pudiera dar testimonio. En ese año, por ejemplo, alguien tuvo que
dejar un empleo en la prensa por el que se había esmerado mucho. Era agotador
sobrellevar por un lado los trabajos de la sobrevivencia y a la vez mantener el
ritmo de exigencia en las coberturas diarias, pedaleando treinta kilómetros
cada día laborable de la semana para ganar un salario que nunca volvería a
alcanzar para vivir. Demasiadas cosas distintas para una sola cabeza.
Siempre
queda la posibilidad de abrir un libro, de escribir aunque sea la memoria de
cada día, de ponerse obstinadamente a idear algo que no tuviera que ver con el
dinero o el plato de arroz. Algunas noches, después de vencer fácilmente el
cansancio físico, se buscaba algún humano subterfugio para lograr que la mente
no se escapara al campo minado de la decepción. Podía tomarse, por ejemplo, una
edición en inglés de The Garden of Eden
y el viejo diccionario Cuyás para desentrañar esa novela de Hemingway que
alguna gente discutió tanto por años.
Es
una buena lectura de principio a fin, sin importar los juicios que críticos
literarios y custodios de la moral hayan podido expresar. Entretanto, lo que
uno buscaba del principio al final del libro, estaba en esa escena inicial en
la que un joven recién casado se pone a pescar con una caña de sedal fijo a
orillas del mar y una pieza de 15 libras toma la carnada y queda presa del
anzuelo. Toda esa peripecia de lograr dominar un potente sea bass, o lobina de mar, una especie que cautiva a millones de
aficionados litorales en América y Europa, le ofreció al escritor un motivo
sumamente dinámico para echar a andar su relato. Hemingway tuvo varias
experiencias en que la pesca le sirvió para su labor literaria, sin que
estuviera haciendo un relato particularmente referido a la pesca. Puede uno
buscar, por ejemplo, el cuento “The end of something”, que es básicamente un
relato acerca de una pareja que sabe que va a terminar pero no actúa en ningún
sentido, mientras la pesquería va siendo un reflejo de su propia situación,
pues no hay procedimiento alguno en que los peces se decidan a picar. Se siguió
leyendo laboriosamente, hasta el final, El
jardín del Edén ―según Cuyás―, pero fue esa escena lo que se desmontó
línea a línea, porque lo que se quería
saber es como Ernest Hemingway utilizaba la técnica de su afición en función literaria. Después de todo
ese proceso mental, ¿podía uno acordarse del arroz? Podía, pero el sueño llegaba
siempre compasivo para ayudar a dejar algunas preocupaciones para el día
siguiente.
A
causa de la curiosidad que siempre se ha tenido, con frecuencia se enviaba
alguna carta a correr suerte por el mundo. Y había respuestas, ciertamente.
Cuando la gente escribía cartas tenía más tiempo para responder las que
recibía. Pruebe a llevar una estadística de lo mismo con el correo electrónico.
Un día llegó un sobre aéreo, con seis sellos en cada uno de los cuales aparece
una hermosa águila pescadora africana, llamada Yowe en aquellas tierras. Dentro
traía dos pliegos de papel con un texto en inglés. Hablaba de pesca y de
Hemingway. Algo más para leer al final del día.
UNA
CARTA DE MALINDI
Jan
14 th 1997
Ismael
León Almeida
P.
O. Box 6607
Havana
10600
Cuba
Dear
Mr. Almeida:
Gracias
por su carta del 5 de diciembre de 1996.
Hemos
hecho algunas investigaciones acerca de la visita de Ernest Hemingway a la
costa de Kenya.
En
1934, durante un safari de caza en Kenya con el renombrado Cazador Profesional
Philip Percival, él decidió visitar Malindi con el propósito expreso de pescar.
Él
arribó el 20 de febrero de 1934 al hotel Lawfords de Malindi junto con su
cazador Philip Percival y con Alfred Vanderbilt y permaneció ahí por 8 días.
Sin
embargo, la historia cuenta que ellos disfrutaban tanto divirtiéndose hasta
tarde en la noche, que sus excursiones de pesca diarias no comenzaban hasta
tarde en la mañana, por lo que las capturas resultantes fueron pobres!
Nosotros
atraemos pescadores deportivos principalmente desde Europa y Sudáfrica, y
acogemos al menos dos Torneos Internacionales por año ― el Festival de Pesca
[Fishing Festival] en octubre, y el Torneo de los Peces de Pico [Billfish
Tournament] en febrero. Malindi es reconocido como uno de los destinos líderes
del mundo en pesca de agujas de abanico (noviembre a febrero). Nosotros
promovemos activamente el marcaje y liberación [tag and release] de los peces
de pico, para difundir entre nuestros miembros la práctica de marcar y/o soltar
todo pez vela estimado en menos de 25 kg.
El
pasado año Malindi logró su primer “Grande” ― un Castero Azul de 1250 libras, capturado
por uno de nuestros miembros.
Es
muy posible que fuera Ernest Hemingway quien fundara el interés por el deporte
de la pesca en Malindi. Sería grandioso si pudiéramos organizar una competencia
de pesca en su memoria.
Confío
en que esto pueda ser de alguna ayuda para usted. No dude en contactarnos otra
vez si podemos ayudarlo.
Gracias
por su interesante consulta,
Bob Cronchey
Chairman
[Malindi Sea Fishing Club]
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