12.30.2014



1996 no fue un buen año, aunque hubo otros peores. En muchos sitios pueden haber sido buenos, naturalmente, pero no en el barrio donde se vive. No al menos acerca de lo que uno pudiera dar testimonio. En ese año, por ejemplo, alguien tuvo que dejar un empleo en la prensa por el que se había esmerado mucho. Era agotador sobrellevar por un lado los trabajos de la sobrevivencia y a la vez mantener el ritmo de exigencia en las coberturas diarias, pedaleando treinta kilómetros cada día laborable de la semana para ganar un salario que nunca volvería a alcanzar para vivir. Demasiadas cosas distintas para una sola cabeza.
Siempre queda la posibilidad de abrir un libro, de escribir aunque sea la memoria de cada día, de ponerse obstinadamente a idear algo que no tuviera que ver con el dinero o el plato de arroz. Algunas noches, después de vencer fácilmente el cansancio físico, se buscaba algún humano subterfugio para lograr que la mente no se escapara al campo minado de la decepción. Podía tomarse, por ejemplo, una edición en inglés de The Garden of Eden y el viejo diccionario Cuyás para desentrañar esa novela de Hemingway que alguna gente discutió tanto por años.
Es una buena lectura de principio a fin, sin importar los juicios que críticos literarios y custodios de la moral hayan podido expresar. Entretanto, lo que uno buscaba del principio al final del libro, estaba en esa escena inicial en la que un joven recién casado se pone a pescar con una caña de sedal fijo a orillas del mar y una pieza de 15 libras toma la carnada y queda presa del anzuelo. Toda esa peripecia de lograr dominar un potente sea bass, o lobina de mar, una especie que cautiva a millones de aficionados litorales en América y Europa, le ofreció al escritor un motivo sumamente dinámico para echar a andar su relato. Hemingway tuvo varias experiencias en que la pesca le sirvió para su labor literaria, sin que estuviera haciendo un relato particularmente referido a la pesca. Puede uno buscar, por ejemplo, el cuento “The end of something”, que es básicamente un relato acerca de una pareja que sabe que va a terminar pero no actúa en ningún sentido, mientras la pesquería va siendo un reflejo de su propia situación, pues no hay procedimiento alguno en que los peces se decidan a picar. Se siguió leyendo laboriosamente, hasta el final, El jardín del Edén ―según Cuyás―, pero fue esa escena lo que se desmontó línea  a línea, porque lo que se quería saber es como Ernest Hemingway utilizaba la técnica de su  afición en función literaria. Después de todo ese proceso mental, ¿podía uno acordarse del arroz? Podía, pero el sueño llegaba siempre compasivo para ayudar a dejar algunas preocupaciones para el día siguiente.
A causa de la curiosidad que siempre se ha tenido, con frecuencia se enviaba alguna carta a correr suerte por el mundo. Y había respuestas, ciertamente. Cuando la gente escribía cartas tenía más tiempo para responder las que recibía. Pruebe a llevar una estadística de lo mismo con el correo electrónico. Un día llegó un sobre aéreo, con seis sellos en cada uno de los cuales aparece una hermosa águila pescadora africana, llamada Yowe  en aquellas tierras. Dentro traía dos pliegos de papel con un texto en inglés. Hablaba de pesca y de Hemingway. Algo más para leer al final del día.


UNA CARTA DE MALINDI

Jan 14 th 1997

Ismael León Almeida
P. O. Box 6607
Havana 10600
Cuba

Dear Mr. Almeida:
Gracias por su carta del 5 de diciembre de 1996.
Hemos hecho algunas investigaciones acerca de la visita de Ernest Hemingway a la costa de Kenya.
En 1934, durante un safari de caza en Kenya con el renombrado Cazador Profesional Philip Percival, él decidió visitar Malindi con el propósito expreso de pescar.
Él arribó el 20 de febrero de 1934 al hotel Lawfords de Malindi junto con su cazador Philip Percival y con Alfred Vanderbilt y permaneció ahí por 8 días.
Sin embargo, la historia cuenta que ellos disfrutaban tanto divirtiéndose hasta tarde en la noche, que sus excursiones de pesca diarias no comenzaban hasta tarde en la mañana, por lo que las capturas resultantes fueron pobres!
Malindi Sea Fishing Club ha estado en existencia desde 1959, comenzando en el hotel Lawfords y trasladándose a sus propios predios en 1966.
Nosotros atraemos pescadores deportivos principalmente desde Europa y Sudáfrica, y acogemos al menos dos Torneos Internacionales por año ― el Festival de Pesca [Fishing Festival] en octubre, y el Torneo de los Peces de Pico [Billfish Tournament] en febrero. Malindi es reconocido como uno de los destinos líderes del mundo en pesca de agujas de abanico (noviembre a febrero). Nosotros promovemos activamente el marcaje y liberación [tag and release] de los peces de pico, para difundir entre nuestros miembros la práctica de marcar y/o soltar todo pez vela estimado en menos de 25 kg.
El pasado año Malindi logró su primer “Grande” ― un Castero Azul de 1250 libras, capturado por uno de nuestros miembros.
Es muy posible que fuera Ernest Hemingway quien fundara el interés por el deporte de la pesca en Malindi. Sería grandioso si pudiéramos organizar una competencia de pesca en su memoria.
Confío en que esto pueda ser de alguna ayuda para usted. No dude en contactarnos otra vez si podemos ayudarlo.
Gracias por su interesante consulta,

Bob Cronchey
Chairman
[Malindi Sea Fishing Club]



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